PARA CRISTINA
QUE NO DESPILFARRE TANTO ESTA H.P
En medio de la crisis de 2001, en su rol de cardenal, Jorge Bergoglio presentó el documento titulado "Queremos ser Nación". Allí, ofreció a la Iglesia como ámbito para el diálogo y hablaba de la necesidad de reconocer dos enfermedades: La evasión de los impuestos y el despilfarro de los dineros del Estado, “que son dineros sudados por el pueblo”.
“Queremos ser Nación” se titulaba el documento escrito por Bergoglio en agosto de 2001 presentado en la Conferencia Episcopal Argentina. El texto surgió como la postura de la Iglesia argentina en uno de los momentos más críticos de la historia política y económica del país.
El flamante Papa sostenía que era “inédita” la crisis que entonces sacudía a los argentinos. “No es sólo coyuntural, sino crisis histórica, que supone un largo proceso de deterioro en nuestra moral social, la cual es como la médula de la Nación, que hoy corre el peligro de quedar paralizada”, sostenía.
En el texto, Bergoglio puntualizaba lo que consideraba como “algunas de las enfermedades sociales más graves que padecemos, de reflejo político y económico”.
Según el argentino, por entonces atravesábamos “el más crudo liberalismo” y agregaba que alarmados por “los peligros del estatismo”, se procedió a vender las empresas del Estado, pero sin un diseño racional del mismo. No se tuvo suficientemente en cuenta que éste es un instrumento creado para servir al bien común, y para ser el garante de la equidad y de la solidaridad del entramado social. Tampoco se organizó previamente una red adecuada de contención social, dando lugar a la marginalidad y la exclusión creciente.
El documento apareció en un momento de tensión política donde aparecieron reclamos hacia la Iglesia católica por mantenerse al margen de la crisis.
Bergoglio hablaba de la necesidad de reconocer “dos enfermedades: La evasión de los impuestos, y el despilfarro de los dineros del Estado, que son dineros sudados por el pueblo. Ambas comprometen la equidad social y la justa distribución del ingreso”.
“El comienzo de este milenio nos encuentra con una pesada carga, que hemos llamado ‘deuda social’ o ‘la gran deuda de los argentinos’, que grava el futuro de nuestro pueblo. Ante tal situación, que amenaza derivar en anarquía social de imprevisibles consecuencias, nos hacemos y proponemos varias consideraciones”. consideraba.
Bergoglio aseguraba entonces que los cristianos no estaban exentos de responsabilidades en esta crisis. “Debemos asumir nuestro puesto en la superación de la crisis, aun a precio de grandes sacrificios. No podemos ser peregrinos del cielo, si vivimos como fugitivos de la ciudad terrena”.
Sobre los sectores de mayor poder adquisitivo, Bergoglio les decía que “el derecho de propiedad no debe jamás ejercitarse con detrimento de la utilidad común. Si se llegase al conflicto entre los derechos privados adquiridos y las exigencias comunitarias primordiales, toca a los poderes públicos procurar una solución con la activa participación de las personas y de los grupos sociales”.
En cuanto a los trabajadores, el flamante Papa les recordaba que el principio del bien común, respetado, hacía que sean justos sus reclamos, incluso el recurso a la huelga, pero destacaba que éstos reclamos se convertían en injusta agresión “contra el todo social, y pueden dificultar grandemente la reconstrucción de la Argentina”.
Bergoglio también describía algunos factores de la crisis y enunciaba la deuda externa, “que aumenta cada día más y nos dificulta crecer”.
"Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. Nos sentimos heridos y agobiados. Precisamos tu alivio y fortaleza. Queremos ser Nación, una Nación cuya pasión sea la verdad y el compromiso por el bien común”, cerraba la carta para pedir a Dios para el final “valentía de la libertad de los hijos de Dios para amar a todos sin excluir a nadie, privilegiando a los pobres, y perdonando a los que nos ofenden, aborreciendo el odio y construyendo la paz...".
El flamante Papa sostenía que era “inédita” la crisis que entonces sacudía a los argentinos. “No es sólo coyuntural, sino crisis histórica, que supone un largo proceso de deterioro en nuestra moral social, la cual es como la médula de la Nación, que hoy corre el peligro de quedar paralizada”, sostenía.
En el texto, Bergoglio puntualizaba lo que consideraba como “algunas de las enfermedades sociales más graves que padecemos, de reflejo político y económico”.
Según el argentino, por entonces atravesábamos “el más crudo liberalismo” y agregaba que alarmados por “los peligros del estatismo”, se procedió a vender las empresas del Estado, pero sin un diseño racional del mismo. No se tuvo suficientemente en cuenta que éste es un instrumento creado para servir al bien común, y para ser el garante de la equidad y de la solidaridad del entramado social. Tampoco se organizó previamente una red adecuada de contención social, dando lugar a la marginalidad y la exclusión creciente.
El documento apareció en un momento de tensión política donde aparecieron reclamos hacia la Iglesia católica por mantenerse al margen de la crisis.
Bergoglio hablaba de la necesidad de reconocer “dos enfermedades: La evasión de los impuestos, y el despilfarro de los dineros del Estado, que son dineros sudados por el pueblo. Ambas comprometen la equidad social y la justa distribución del ingreso”.
“El comienzo de este milenio nos encuentra con una pesada carga, que hemos llamado ‘deuda social’ o ‘la gran deuda de los argentinos’, que grava el futuro de nuestro pueblo. Ante tal situación, que amenaza derivar en anarquía social de imprevisibles consecuencias, nos hacemos y proponemos varias consideraciones”. consideraba.
Bergoglio aseguraba entonces que los cristianos no estaban exentos de responsabilidades en esta crisis. “Debemos asumir nuestro puesto en la superación de la crisis, aun a precio de grandes sacrificios. No podemos ser peregrinos del cielo, si vivimos como fugitivos de la ciudad terrena”.
Sobre los sectores de mayor poder adquisitivo, Bergoglio les decía que “el derecho de propiedad no debe jamás ejercitarse con detrimento de la utilidad común. Si se llegase al conflicto entre los derechos privados adquiridos y las exigencias comunitarias primordiales, toca a los poderes públicos procurar una solución con la activa participación de las personas y de los grupos sociales”.
En cuanto a los trabajadores, el flamante Papa les recordaba que el principio del bien común, respetado, hacía que sean justos sus reclamos, incluso el recurso a la huelga, pero destacaba que éstos reclamos se convertían en injusta agresión “contra el todo social, y pueden dificultar grandemente la reconstrucción de la Argentina”.
Bergoglio también describía algunos factores de la crisis y enunciaba la deuda externa, “que aumenta cada día más y nos dificulta crecer”.
"Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. Nos sentimos heridos y agobiados. Precisamos tu alivio y fortaleza. Queremos ser Nación, una Nación cuya pasión sea la verdad y el compromiso por el bien común”, cerraba la carta para pedir a Dios para el final “valentía de la libertad de los hijos de Dios para amar a todos sin excluir a nadie, privilegiando a los pobres, y perdonando a los que nos ofenden, aborreciendo el odio y construyendo la paz...".
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